«Kazusa y sus amigas son las cinco integrantes del club de literatura. Cuando en una de sus sesiones se plantea la cuestión «¿Qué te gustaría hacer antes de morir?», una de ellas responde… «Sexo»». Con esta frase en la sinopsis del primer tomo de Nuestra salvaje juventud, y habida cuenta que las protagonistas son un grupo de colegialas de Secundaria en un instituto de Japón, no es de extrañar que más de uno pudiera tener algún prejuicio sobre lo que iba a encontrar en esta serie. Confieso que estaba entre los que dejaron pasar este título en su momento y que hoy, arrepentido de mi error, vengo a hacer penitencia con esta reseña. Porque esta es una gran obra sobre el paso a la edad adulta, repleta de emociones y con una exquisita sensibilidad a la hora de abordar los sentimientos de la adolescencia.
Cinco chicas se reúnen en un aula presidida por un cartel con la palabra «Pureza» para hablar de literatura. Aunque la presidenta del club, Rika, se empeña en analizarlo todo desde un punto de vista estilístico, lo cierto es que las chavalas no pueden evitar ruborizarse cada vez que entre las páginas de las más grandes obras literarias japonesas se topan con pasajes amorosos y escenas explícitas.
Ese primer acercamiento al sexo, tan candoroso que ni se atreven a llamarlo por su nombre, va a llevar a la dirección de instituto a ponerles un tutor para vigilarlas. La otra gran consecuencia va a ser que, una vez nombrado el elefante en la habitación, se les haga imposible dejar de verlo.
Cada una lidia con ello como puede: la modosa Kazusa pilla in fraganti a su amigo de la infancia en pleno acto de autocomplacencia, y descubrirlo va a cambiar para siempre la relación entre ambos; la temperamental Hitoha se frustra al ver cómo sus pinitos en la literatura adulta son criticados por su indisimulable falta de experiencia; a la casta Rika le saltan las costuras cuando un chaval se le declara; la misteriosa Niina va de madura, pero tiene tantas o más inseguridades que el resto; y Momoko, todo bondad, está a punto de descubrir que el amor puede seguir direcciones inesperadas.
Salvo por la figura del tutor, que aprende tanto como enseña de sus alumnas, los adultos son en esta historia convidados de piedra. Son las chicas y los chicos quienes tratan de poner orden a sus emociones y hormonas, y en ese camino de aprendizaje los errores y equívocos desempeñan un papel importante. Hay alguna que otra situación incómoda, pero todo se resuelve sin quebrantar el tono positivo e inocente de la obra, y tampoco sin caer en la pacatería.
La prolífica guionista Mari Okada, conocida por el libreto y la dirección de la cinta de animación Maquia, una historia de amor inmortal, da en el clavo al colocar a sus protagonistas en un club de literatura y darles propensión a la reflexión y al drama; no solo viven sus desazones con intensidad, sino que las expresan con verbo y sentimiento, sin perder la naturalidad propia de la edad del pavo. Nuestra salvaje juventud logra así ser un relato inteligente sobre la etapa más tonta de la vida.
Sonrojos (muchos), lloros, abrazos, sonrisas, miradas… En el dibujo, Nao Emoto realiza una labor a la altura del guion, con un diseño de personajes que se ajusta a la realidad de la adolescencia y una rica variedad de registros que le permite navegar sin zozobras entre el drama y el humor. La perfecta combinación entre las dos autoras logra que este manga sepa hacer lo más difícil, captar y transmitir la espontaneidad de una juventud a punto de comerse el mundo.
Nuestra salvaje juventud, de Mari Okada y Nao Emoto
Milky Way Ediciones, rústica, b/n, 164/172/192 págs., 8 euros.
Traducción de Alèxia Miravet