Agradable y reconfortante como un buen ramen: así es ‘La cantina de medianoche’, el manga de Yaro Abe que retrata a los perdedores nocturnos

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«El local abre desde las doce de la noche a las siete de la mañana. Lo conocen como la ‘cantina de medianoche’. ¿Que si tengo clientes? Pues sí, entra bastante gente». Así arranca ‘La cantina de medianoche‘, un manga que, entre plato y plato, vasito de sake de por medio, te roba el corazón sin que apenas te des cuenta. Este cómic de Yaro Abe se ha convertido en un éxito internacional gracias a la adaptación para televisión que emite Netflix (bajo el título ‘Midnight Diner. Tokyo Stories’) y que, por cierto, está al mismo nivel de calidad y calidez que el original. En España lo edita Astiberri, que de momento va por el tercer tomo de un título que en Japón acumula 22 volúmenes (los de la edición española son dobles, así que el material publicado corresponde a los seis primeros tomos originales).

Quizás el carácter único de ‘La cantina de medianoche’ se deba a la particular trayectoria de su autor. Yaro Abe (Kochi, Japón, 1963) no fue el típico veinteañero que se ajustó una cinta a la cabeza, gritó «banzai!» y se lanzó a hacer su propio ‘Dragon Ball’ en los años 90. Trabajó durante dos décadas en una agencia de publicidad antes de debutar como mangaka a los 41 años, tras haber ganado el premio Shogakukan al nuevo talento en 2003. En 2006 empezó la serialización de su gran éxito, aunque ha tenido tiempo para firmar un tomo único que da idea de su predilección por las historias al margen: ‘Yamamoto Mimikaki-te‘ (2010), o lo que es lo mismo ‘La limpiadora de oídos Yamamoto’.

Por las páginas de ‘La cantina de medianoche’ desfilan los perdedores de la noche: prostitutas con chulo, bailarinas de ‘striptease’, jugadores empedernidos, mafiosos cándidos, abueletes brasas, oficinistas intempestivas, dibujantes en crisis, extranjeros perdidos, marchosos de todo pelaje… e incluso algún que otro niño. Como bien dice el jefe del local, por la noche hay más vida de la que parece. Los nuevos clientes se empeñan en definir como «cutre» a la tasca, pero pronto caen rendidos ante la bonhomía del dueño, que solo tiene un plato en el menú, pero está dispuesto a cocinar cualquier especialidad si tiene a mano los ingredientes necesarios.
Y aunque lo gastronómico aquí no es más que una excusa para introducir una anécdota o confidencia, lo cierto es que este manga es un canto al poder evocador de la gastronomía. Puede que ese arroz con curry lo preparen mejor en otro sitio, pero a cierta hora, con la guardia baja, te recuerda al que cocinaba tu madre; quizás las huevas de arenque, símbolo de la fertilidad en Japón, te hagan ver que es hora de volver a casa con tu esposa y dejarte de aventuras con jovencitas; preparaciones sin misterio, como un jurel a la espalda, pueden sellar amistades eternas o evocar una felicidad pretérita.

‘La cantina de medianoche’, tanto en lo argumental como en su estilo, es como la gastronomía que exalta: sencilla pero reconfortante. Cuando uno cruza una vez la cortinilla de su puerta, irremediablemente acabará regresando. Y como en los buenos garitos, como ese frankfurt al que quieres ir todos los jueves, entras por el hambre y vuelves por la gente.