Chapuzas de amor

Maggie Chascarrillo es esa chica que te puede romper el corazón un millón de veces, y aún así traerte de cabeza. El personaje de Jaime Hernandez ha protagonizado durante más de tres décadas -incluso en ausencia- una saga torrencial, ‘Locas‘, que culmina en el magistral ‘Chapuzas de amor‘ (La Cúpula, 2015), un tebeo que no es más grande que la vida, como diría el clásico eslogan, sino que es la vida misma, lo cual es mucho más meritorio.

He tratado de leer ‘Chapuzas de amor’ siguiendo el camino adecuado. Así, aunque se puede disfrutar de forma independiente (y lectores que así lo han hecho han quedado noqueados por la maravilla de la obra), decidí saldar una cuenta pendiente, saqué de la biblioteca los tres tomos recopilatorios de ‘Locas’ editados por La Cúpula, y me puse con ellos hasta que me los acabé del tirón. Unas primeras aventuras que sorprenden por su frescura y su inesperado toque de ciencia ficción dan paso a una saga costumbrista de barrio, familia, amor y amistad. Y no puedes sino caer rendido ante ese par de punkarras chicanas que son Maggie y Hopey y su recorrido por suburbios, salas de conciertos y cuadriláteros de lucha libre.

Tras tantas historias a sus espaldas, a Jaime Hernandez aún le quedaban unos cuantos secretos familiares de Maggie por revelar, además de poner colofón a sus tribulaciones amorosas. En ‘Chapuzas de amor’ nos encontramos a una Maggie cuarentona, que ejerce de casera de una comunidad de vecinos y comparte piso con una joven estudiante. Ha vuelto a verse con su antiguo amor, Ray Domínguez, pero a su alrededor también pulula el apuesto Reno. Y mientras tanto, anda buscando un donante de esperma para que su eterna amiga Hopey pueda ser madre, trata de volver a dedicarse a la mecánica, sigue siendo aquella chica propensa a los desatinos… Y tiene un fantasma del pasado rondando en el jardín.

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En ‘Chapuzas de amor’, Jaime Hernandez sublima su dominio de la elipsis, que plasma tanto con su refinado dibujo como con unos diálogos que dejan sin aliento. Hay un profundo sabor agridulce en esta historia, incluso intensamente amargo en las partes que miran al pasado más remoto, los capítulos ‘Ciudad Marrón’ y ‘Vuelve para mí’. Las últimas 14 páginas de este cómic son, probablemente, las más intensas en un tebeo que pueda recordar; un auténtico golpe del que tardas tiempo en recuperarte. Uno tiene la sensación de estar ante un hito en la historia del cómic.

Maggie ya no es aquella chica alocada que se colaba en una fiesta para saquear la nevera pero, en su madurez, es más Maggie que nunca. Y por eso se merece que su historia acabe con algo de esperanza.