«¿Todavía no has leído ‘Las meninas’? ¡Es un pepinazo de tebeo!». «Había visto tantas buenas críticas que, cuando por fin lo he leído, me ha dejado fría». Con estos dos comentarios, realizados en el intervalo de apenas unas horas, una vez más, parecía tarea imposible afrontar libre de ideas preconcebidas la lectura de la obra que muchos apuntan como futuro Premio Nacional del Cómic. Todo se disipa cuando se pasan las primeras páginas de ‘Las meninas’ (Astiberri), escrito por Santiago García y dibujado por Javier Olivares. Estamos ante una soberbia novela gráfica.

A continuación, podría venir tranquilamente una extensa disertación sobre el arte, el impulso creativo y su plasmación en la ficción. ‘Las meninas’ dan pie a esto y a mucho más. Vamos a hablar del tebeo. ‘Las meninas’ sigue los pasos de Diego Velázquez a través de la inquisidora mirada de un agente de la Orden de Santiago al que le han encargado evaluar si el pintor merece o no  entrar en tan noble círculo. A través de estas pesquisas se recorre la vida del artista, en un relato que hábilmente se salta los parámetros habituales de las biografías -porque estos es ficción pegada a los hechos, algo muy distinto-, fijando la lupa en aquellos hechos que más ayudan a perfilar la figura de Velázquez.

Como bien señala Paco Roca en la frase promocional del libro, García y Olivares deconstruyen a Velázquez. De su mirada sobre ‘Las meninas’ extraen las más altas y las más bajas pasiones que movieron al pintor. Tejen también su red de relaciones, y acertadamente dan la talla de Velázquez al medirlo cara a cara con Felipe IV. El artista se hace noble por su arte, pero está por encima de servidumbres.

La mirada de García y Olivares no acaba aquí. Ellos no han sido los primeros en obsesionarse con el secreto de ‘Las meninas’, cuyo halo de misterio ha atrapado a cualquiera que haya posado los ojos sobre el cuadro. Qué mejor prueba que la extensísima entrada en Wikipedia dedicada a la obra.  Generaciones de creadores han tratado de ver más allá, han querido asir el genio que animaba la mano que trazó esas pinceladas: Goya, Picasso, Dalí, el Equipo Crónica, Buero Vallejo, Foucault… Todos ellos desfilan por las páginas de ‘Las meninas’ para dar la dimensión del cuadro como icono cultural.

En términos narrativos, García y Olivares marcan un ritmo apasionante. Los saltos en el tiempo y entre personajes, escenas y situaciones dan un enorme dinamismo a la obra, y  les permite jugar con distintos tonos, desde la más absoluta solemnidad al más puro humor. Todo conduce hasta un trepidante y épico final, sin duda el momento más logrado del cómic. Atrapa hasta cortar la respiración. ¿Se le pueden poner peros? Algún diálogo poco natural, algún recurso recurrente que pierde efectividad por su repetición.’Peccata minuta’, sin embargo, ante la maestría de un Javier Olivares inmenso, que pone sobre el papel toneladas de talento.

Pueden dedicarse muchas palabras a ‘Las meninas’. Muchos ya lo han hecho, otros lo seguirán haciendo en el futuro. ‘Las meninas’ es un «pepinazo» con todas las letras. Lo mejor es que lo lean y lo descubran por sí mismos.