Kate Beaton firma en Patos. Dos años en las arenas petrolíferas una novela gráfica autobiográfica que expone las contradicciones a las que somete el sistema
“En el espacio nadie puede oir tus gritos”, decía la frase promocional de Alien. Kate Beaton (Nueva Escocia, Canadá, 1983) bien podría haberla parafraseado para su monumental novela gráfica Patos (Norma Editorial), sustituyendo “el espacio” por “las arenas petrolíferas de Alberta”. A lo largo de más de 400 páginas, la popular creadora de las tiras cómicas Hark! A Vagrant se pone seria para contar su experiencia de juventud en los campos de extracción de Canadá. Una experiencia que nos puede parecer muy lejana y muy local, y que sin embargo conecta con grandes temas universales de actualidad.
Entre 2005 y 2008, Beaton estuvo trabajando en distintos campamentos temporales y poblaciones de la zona norte de Alberta. No fue allí por gusto, pero tampoco obligada. En Canadá, como en Estados Unidos, los universitarios recurren a préstamos para financiar sus estudios; cantidades que luego deben devolver a lo largo de muchos años y pesan como una losa en su economía. Beaton fue expeditiva y decidió que lo más rápido para saldar su deuda era seguir a sus paisanos de Nueva Escocia y emigrar en busca de los altos salarios de la industria petrolífera.
Allí se va a encontrar no solo con un paisaje helado arrasado por la economía extractiva más salvaje, sino también con una pequeña sociedad humana regida por sus propias reglas y dinámicas. La soledad y el aislamiento hacen estragos, e incluso las mentes más cuerdas pierden pie tras meses sin contacto con parejas, familias y amistades.
La propia protagonista lo vive en sus carnes, por partida doble: por un lado, siente una tremenda nostalgia por su tierra natal y no deja de preguntarse qué demonios hace allí -solo la cuenta corriente se lo viene a recordar de forma puntual-; por otro lado, quienes la rodean, en su mayoría hombres maduros (cincuenta por cada mujer, se llega a apuntar), están tan alienados que apenas saben contener sus más bajos instintos cuando tienen a una chica joven delante.
“Todos necesitamos a alguien. Aquí lo que mata no es ni el frío ni la oscuridad. Es la soledad”, le asegura una compañera veterana. Katie (diminutivo con el que la autora marca cierta distancia de su yo pasado) es pronto consciente de ello, pero se resiste a caer en el juego de las parejas porque, viene a decir, allí nadie se enamora de verdad, solo creen enamorarse de quien tienen más cerca porque es lo que hay.
Un no lugar
Esa irrealidad, propia de una colonia espacial, es terreno abonado para la violencia de género. Beaton da su testimonio -estremecedor- y, ya en el epílogo, explica: “He visto a muchas personas ponerse a la defensiva cuando se plantea la existencia de la violencia de género en lugares como las arenas petrolíferas […] Y por supuesto que existe […] Da igual cuántas personas decentes haya allí. Conocí a muchas”.
Con la perspectiva que dan los años y los cambios sociales, Beaton aborda esta cuestión, así como otras que entonces no estaban en la conversación: el desarraigo, la salud mental, el destrozo ecológico o la vulneración de los derechos de las naciones originarias de Canadá. En definitiva, consecuencias todas del capitalismo desatado, el mismo que lleva a una persona idealista, que se ha formado en Artes e Historia y sueña con vivir de ello, a trabajar en la dañina industria de los combustibles fósiles con tal de poder pasar página.
Beaton demuestra con Patos que es una gran narradora. Con un dibujo amable y sin complicarse mucho con las composiciones de página, la historia avanza con fluidez gracias al aparente tono anecdótico de muchos de los pasajes. Un desenfado que se va matizando poco a poco con situaciones y diálogos cada vez más crudos, hasta que, como la propia protagonista, nos damos cuenta de que la cosa va en serio.
Patos es una magnífica novela gráfica autobiográfica pero, sobre todo, es un certero retrato de las contradicciones del mundo en que vivimos.
Patos. Dos años en las arenas petrolíferas, de Kate Beaton
Norma Editorial. Cartoné, bitono. 436 págs., 39,50€
Traducción de Gema Moraleda