En la era de la hipercomunicación se emiten millones de mensajes, pero… ¿los recibe alguien? Candela Sierra retuerce el colmillo para señalar en Lo sabes aunque no te lo he dicho el cortocircuito cotidiano entre emisores y receptores
¡Hola! ¿Hay alguien ahí? Muy probablemente, no. Este texto puede que flote en el vacío algorítmico para mayor gloria de quien lo suscribe y para nulo interés de nadie. Quizás, a alguien se le despiste el dedo y, cuando le pase por delante el enlace a este texto en redes sociales, acabe llegando aquí. ¡Eh, no te vayas! ¡Quédate, por favor! No por mí, eh, es porque esto va sobre una novela gráfica buenísima que precisamente habla sobre las barreras que nos levantan y nos levantamos para comunicarnos: Lo sabes aunque no te lo he dicho (Astiberri, 2024), de Candela Sierra.
En su excelente debut, Rotunda (Andana Editorial), Sierra ya mostró su aguda mirada sobre la realidad laboral actual y, sobre todo, su capacidad para, con unos pocos apuntes, desintegrar la máscara de modernidad con la que se han recubierto los que, desde que los Australopithecus se pusieron a dos patas, no han sido otra cosa que trepas y jetas. En su nueva obra, la autora aumenta la graduación de su despiadada sorna y amplía el espectro de su crítica a todos los ámbitos sociales.
El tema de la incomunicación, de las relaciones humanas disfuncionales, ha sido abordado por otras ficciones recientes, pero pocas tan inclementes como esta en su humor, a veces tan fino que no te ves venir la hostia. El resultado, escenas en las que la vergüenza ajena que despiertan los personajes lleva a cubrirse la cara con las manos… a la vez que se produce la íntima satisfacción de verlas en piel ajena (aunque aquí nadie está libre de pecado).
La paja y la viga
El repaso de Candela Sierra cubre todo el espectro: relaciones laborales, de pareja, de amistad e incluso de vecindad. Desfilan muchos personajes con tendencia a escucharse solo a sí mismos; otros, directamente, son arquetipos de la nueva maldad contemporánea, esa que asume la villanía con naturalidad y orgullo. Todos se mueven en un marco costumbrista que, de vez en cuando, se quiebra para sorprender con lo absurdo. Este juego narrativo de ir concatenando escenas tiene transiciones a veces sutiles, a veces directas, pero que siempre impulsan la lectura hacia delante, como un adictivo scroll de pantalla. A ello contribuyen también los recursos propios del lenguaje del cómic con los que la autora invita al recreo y a la complicidad, con algunos tour de force realmente ingeniosos.
Podemos reírnos con ganas de algunos de los tipos que circulan por Lo sabes aunque no te lo he dicho, pero quizás acabemos con la sonrisa congelada cuando de repente recordemos el viejo proverbio: vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro.
Lo sabes aunque no te lo he dicho, de Candela Sierra
Astiberri. Rústica, color. 160 págs., 18€