¿Qué fue de Alfonso Casas? Evidentemente, la trayectoria de este ilustrador zaragozano ha estado bien a la vista de todos en libros como ‘Sentimental’ o en sus exitosas publicaciones en redes sociales, pero… Los que nos formulábamos esta pregunta, en realidad, lo hacíamos en términos tebeísticos. Tras debutar en 2012 con la interesante ‘Amores minúsculos‘ (Edicions de Ponent) -que ha sido incluso objeto de adaptación teatral-, había ganas de leer su siguiente trabajo en la narración gráfica. Han tenido que pasar cinco largos años, pero por fin hay novedad a la vista: ‘El final de todos los agostos‘ (Lunwerg), una historia en clave autobiográfica sobre amores veraniegos.
Con ‘El final de todos los agostos’, Casas regresa con un estilo más personal: su elegante puesta en escena y diseño de personajes ha adquirido más soltura, e incluso asoma la caricatura. La historia, repleta de nostalgia, nos presenta el ‘what if…?’ vital de Dani, un treintañero apunto de casarse con su novio que se plantea volver a recorrer el pueblo playero en el que conoció a su primer amor. ¿Qué hubiera pasado si en lugar de escoger un camino hubiera elegido otro? Cámara de fotos en mano, a modo de excusa, el protagonista recorre rincones de su memoria que hacía tiempo no transitaba. Quiere autoconvencerse de que aquello fue una historia fugaz, pero ni él mismo se cree que no busca algo más.
Bajo esta premisa, un amor de verano a fin de cuentas, Casas construye un tebeo romántico con fuertes dosis de añoranza noventera (con sus cobis, sus curros y sus tebeos de ‘Bola de Dra’c), en el que refleja también lo complicado que era -y todavía es hoy- vivir la homosexualidad de forma abierta en determinados ambientes opresivos. Hay también un fuerte componente de iniciación a la vida adulta, en dos fases: de la niñez a la adolescencia y de la eterna postadolescencia treintañera a la madurez. Por esta amplitud de temas, ‘El final de todos los agostos’ puede encajar como lectura a un amplio abanico de públicos.
El paso de Alfonso Casas por el mundo de los ‘gift books’ se deja notar en un recurso narrativo que en una editorial de cómics al uso quizás hubiese encontrado obstáculos: páginas semitransparentes que, a modo de golpe de efecto, trasladan al lector de una época a otra. Ese es el mayor acierto formal y narrativo del tebeo: la perfecta armonía en la que conviven las líneas temporales del presente y el pasado gracias al uso del color. Queda bonito, sí, pero lo importante es que tiene sentido.
¿A usted le gustan las historias de amor contadas con gusto y elegancia? Ya tarda en leer este tebeo. ¿Que tiene el corazón como el pedernal y le salen sarpullidos al menor indicio de melaza? Mejor circule por otro carril. En cualquier caso, ‘El final de todos los agostos’ es una buena noticia sin paliativos: Alfonso Casas está de vuelta al mundo del tebeo, y ha regresado en plena forma. Ahora, le pedimos que no haya que esperar otros cinco años para ver su próximo cómic.