Ante la reciente publicación de La espera, el nuevo trabajo de Keum Suk Gendry-Kim, analizamos su otro cómic sobre la Guerra de Corea, El árbol desnudo

Éxito de ventas, aplauso de la crítica, atención en medios… Sin duda Hierba, de Keum Suk Gendry-Kim (Jeolla, 1971), ha sido una de las sorpresas editoriales del pasado 2022, con el Premio del Cómic Aragonés a Mejor Obra Internacional como colofón de esta trayectoria. No es de extrañar, por tanto, que Reservoir Books, que publicó en España esta obra que tampoco era una novedad rabiosa (la edición original coreana es de 2017), haya pisado ahora el acelerador para traer el más reciente trabajo de la surcoreana, La espera (2021), donde narra la dramática división de Corea por el paralelo 38. El caso es que, en realidad, cosa de las carambolas editoriales, la primera obra de la autora en nuestro país la publicó Ponent Mon hace un par de años y se llama El árbol desnudo (2020). Merece la pena que este título no pase desapercibido, puesto que en realidad los tres conforman una trilogía centrada en el sufrimiento de población coreana durante los dos conflictos bélicos consecutivos que padeció la península, la Guerra del Pacífico y la Guerra de Corea, con la mirada puesta especialmente en la experiencia de las mujeres.

El árbol desnudo se sitúa en 1950, en plena guerra de Corea, y tiene como protagonista a Kyung, una chica de 20 años que se gana la vida como vendedora en los almacenes que proveen al ejército estadounidense en Seúl. La joven regenta un curioso negocio dedicado a elaborar retratos sobre pañuelos de tela, a modo de recuerdo para las novias de los soldados, y es allí donde conoce a Ok Heedo, un pintor que ha huido del norte del país. Con el atronador sonido de las bombas como telón de fondo, la joven ansia una esperanza para vivir, y la halla en su enamoramiento del artista, un idilio imposible, puesto que él es mayor y está casado.

A través de este encuentro, Keum Suk Gendry-Kim muestra el desgarro que supone la guerra para ambos. Ella vive bajo la sombra del recuerdo de sus hermanos muertos durante el conflicto; un trauma que además ha carcomido la relación con su madre, quien, en consonancia con la mentalidad machista de la época, considera que la falta de los varones ha cercenado sin remedio la continuidad de la estirpe familiar. Él, personaje casi mudo en este drama, ha tenido que renunciar a pintar sus propios cuadros para que sus hijos tengan algo que comer, rebajándose a dibujar retratos de encargo. La sencillez y alegría de las clases populares que plasmaba en sus lienzos contrasta con la complejidad y dolor que ha traído el conflicto al pueblo coreano.

Adaptación libre de una novela

La dibujante adapta libremente la novela homónima y autobiográfica de Park Wan-seo, publicada originalmente en 1970. En el epílogo de la obra, Kem Suk Gendry-Kim insiste en que ha introducido cambios para intentar comprender el ánimo que condujo a Park Wan-seo a poner por escrito sus recuerdos, así como para proyectar al presente las consecuencias de aquellos terribles años. Las propias características del medio le permiten además homenajear a Park Soon-geun, el nombre real del pintor Ok Heedo, con la inserción de ilustraciones que imitan sus cuadros originales.

Puede que El árbol desnudo no sea una obra que iguale el impacto que genera Hierba, pero da continuidad al interés de la autora por reflejar el sufrimiento, y también la lucha por la felicidad, de toda una generación de mujeres marcadas por la guerra. Lo hace con una narración fluida, delicada, osada y a la vez accesible, donde de nuevo tienen especial protagonismo los elementos vegetales, que funcionan como alegoría del paso del tiempo, del renacer tras la muerte, y como metáfora de las emociones de los protagonistas.

¿Una importante diferencia con Hierba? La casa editora. La traducción de El árbol desnudo que presenta Ponent Mont se ha realizado desde la edición francesa, no directamente del coreano, y esto parece dejarse notar en el texto, en el que queda la duda si los diálogos son así de secos y ásperos en el original, con alguna incoherencia aquí y allá, o si es fruto de esta decisión editorial de pasar por el filtro de una re-traducción. No están los precios de los tebeos como para pasar por alto estos detalles.

Pero dejemos de lado este asunto y volvamos a la calidad intrínseca de la obra. La habilidad de la autora para narrar en viñetas -fruto de hacer fácil lo difícil, en la línea de Paco Roca-, ha hecho que su producción conecte con el gran público internacional. Quizás esta conexión sea especialmente íntima con los lectores de nuestro país, que pueden ver reflejadas en la historia coreana muchas de las heridas y cicatrices de la Guerra Civil española, especialmente las que padecieron tantas y tantas mujeres silenciadas por décadas.

Visto lo visto, y mientras ella quiera seguir por este camino, Keum Suk Gendry-Kim va a tener asegurada la atención del público por mucho tiempo, porque cada nueva obra suya se convertirá en un acontecimiento.

El árbol desnudo, de Keum Suk Gendry-Kim

Ponent Mon. Rústica, b/n, 316 págs. 24 euros

Traducción de Fabián Rodríguez Piastri