Epítome del héroe de acción ochentero, el investigador privado Ryô Saeba regresa a las librerías en una cuidada edición de City Hunter con páginas a color 

city hunter

 

Luces de neón, gente a la moda e infinidad de locales en los que perderse en la noche tokiota. El barrio de Shinjuku es polo de atracción para todo tipo de gente, y no poca con aviesas intenciones. Allá donde no alcanza la policía, porque el asunto es demasiado turbio para airearlo, llega Ryô Saeba, un investigador privado tan dotado para el disparo como sobrado de libido. Un prototipo de “machote” de los años 80, no exento de cierto tono paródico, que regresa a las librerías de la mano de Arechi Manga, que se la juega fuerte con el doble lanzamiento de este City Hunter y de F. Compo, obras señeras de Tsukasa Hôjô.

Serializada originalmente en la mítica revista Shônen Jump de Shûeisha entre 1985 y 1991, City Hunter es puro destilado de la burbuja económica japonesa. Un periodo en el que la riqueza en el país parecía infinita; un mundo optimista de rascacielos en el que, también, había espacio para imaginar unos bajos fondos rebosantes de delincuencia, mafias y drogas. Todo ello con la banda sonora del city pop, el estilo musical que lo petaba por entonces.

Ryô Saeba está aquí para imponer la ley, o más bien su ley. Junto a su colega Hideyuki Makimura tiene montada la agencia City Hunter, a la que acuden clientes que no confían en la justicia tradicional. Por lo general, si puede elegir, Saeba prefiere atender los casos de jóvenes atractivas, a las que trata de camelar mientras pega tiros a diestro y siniestro. Es un negocio arriesgado, pero mucho más cuando se meten de por medio narcotraficantes con ambición monopolística. Makimura va a caer a manos de un sicario, pero pronto su hermana Kaori lo reemplaza como nueva socia de Ryô. Surge uno de los dúos más carismáticos y explosivos del manga, en sempiterna tensión sexual no resuelta.

Nostalgia y algo más

City Hunter es una obra hija de su época para lo bueno y para lo malo. En esto último, resulta difícil leer hoy este manga sin arquear las cejas ante la personalidad machista y obsesa de Ryô, si bien es claramente una exageración de carácter en pos del humor (y no hay prueba más evidente de ello que el personaje cuenta con su propia onomatopeya para las erecciones). La historia juega precisamente a poner en contraste todos estos defectos con la mala leche de Kaori, quien no duda en enfriar los bajos instintos de su compañero a base de hostias como panes.

El humor es un pilar de la serie, pero sin duda esta no funcionaría tan bien si no fuera por la acción y la truculencia, en la que no escatima a pesar de ser originalmente una obra para público juvenil. Hôjô es un magnífico dibujante, y lo demuestra tanto en las escenas de tiroteo como en las de sicalipsis. Lo mismo te dibuja a Ryô sonriendo con una explosión detrás que a un grupo de bailarinas de striptease. Auténtico blockbuster ochentero y una apelación a la nostalgia del lector que ronda los cuarenta, quien muy posiblemente se acerque a esta nueva edición desde el recuerdo pero se quede por su calidad, a pesar de estar algo demodé.

City Hunter, de Tsukasa Hôjô

Arechi Manga. Rústica, b/n y color, 224 págs., 12,50 euros.

Artículo publicado originalmente en la revista Z