Por su formato, parece manga. Por el nombre de su autor y por su temática, también. El despiste viene cuando se ve el sello de Dark Horse en la portada, y se comprueba que los protagonistas del tebeo son simpáticos animales antropomórficos. Conejitos, perritos y ositos, armados con katanas que hacen corren mucha sangre. Porque, más allá de lo estético y lo formal, ‘Usagi Yojimbo, de Stan Sakai, es, sobre todo, un gran cómic de aventuras sobre la leyenda del samurái.

Este cómic nos narra las aventuras de Miyamoto Usagi, un conejo ronin, un samurái sin señor que recorre el Japón de principios del siglo XVII, una época en la que el shogunato Tokugawa está llegando a su fin, y las guerras civiles y los complots son el pan de cada día. Usagi, como el Kenshin de Watsuki -con el que esta serie comparte tiempo-, tiene tras de sí un pasado lleno de sangre, y vagabundea por unas tierras pobres y llenas de forajidos, prestando ayuda a campesinos, huérfanos y menesterosos en peligro.

Stan Sakai creó Usagi Yojimbo -«el conejo guardaespaldas»- en 1984, así que el personaje lleva ya 25 años de saludable andadura. Sakai nació en 1953 en Kioto, pero muy pronto emigró a Hawai, y de allí a Los Ángeles. En los 70 se dedicó al mundo de la publicidad, hasta que se cruzó en su vida Sergio Aragonés, de manera que se convirtió en el rotulista de la serie ‘Groo‘. Gracias al impulso de Aragonés empezó a publicar sus propias historias y, seguramente también por recomendación del dibujante de origen español, tuvo la prudencia quedarse con los derechos de su personaje, algo que le ha permitido ‘sobrevivir’ en tres editoriales distintas.

Sakai, cuyas raíces japonesas no iban más allá de su apellido y sus rasgos, se empapó de documentación sobre la historia y el folclore nipón, realizando así una minuciosa reconstrucción de un periodo histórico apasionante. Muy lejos de lo que el cómic aparenta en un primer vistazo, en el que uno cree tener ante sí simpáticos animales disfrazados de guerreros.

Usagi Yojimbo es un tebeo de estética agradable y sobria narración, en el que las tramas amables y cotidianas conviven con las conspiraciones de los señores. Sus páginas están salpicadas de referencias históricas, como la persecución a los cristianos, pero también hay concesiones a los cuentos de fantasmas y demonios, tan arraigados en el imaginario popular japonés. Este marco encuentra un hilo conductor en la propia vida del guerrero de grandes orejas, que se mantiene fiel a la memoria de su señor asesinado y, además, tampoco puede regresar a su pueblo natal, donde su presencia despierta recelos.

Los 25 años de Usagi son una proeza para un tebeo independiente en blanco y negro, más en Estados Unidos. Ese tiempo ha dado para mucho: varios premios Eisner, cameos del personaje en la serie de televisión de las Tortugas Ninja o una secuela futurista. Pero sobre todo, este cuarto de siglo nos revela la fortaleza y vigencia de un cómic donde la aventura es la que marca el ritmo de la narración. Planeta DeAgostini publica estos días ‘Visiones de muerte’, la última entrega de un conejo al que, esperemos, le quede todavía mucho Japón por recorrer.

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