Ken Niimura, fotografíado por David López.

Ken Niimura (Madrid, 1981), o mejor dicho, José María Ken Niimura del Barrio, es uno de esos pocos autores occidentales que ha conseguido hacerse un hueco en el exigente mercado del cómic japonés. Su primera incursión allí ha sido ‘Henshin‘, una serie de encantadoras historias cortas creada para la revista IKKI, y que ahora Norma Editorial publica en España. Lo suyo tiene mérito, porque antes de la aventura nipona, había logrado publicar directamente en Estados Unidos ‘Soy una matagigantes‘ (2009), con el guionista Joe Kelly. Una obra que fue nominada en los Premios Eisner, y ganó el Primer Premio en el 5º Premio Internacional de Manga de Japón.

Niimura ha estado de gira por España presentando su último trabajo. En Zaragoza, donde David López le hizo de maestro de ceremonias en El Armadillo Ilustrado, sacó un rato para responder a esta entrevista.

¿Cuáles son las mayores diferencias entre publicar en Japón y hacerlo en Europa o Estados Unidos?

Para mí sobre todo supone tener más espacio para contar las historias, y por tanto puedo desarrollarlas más y con más holgura. Eso me permite trabajar a favor de lo que quiero contar, sin limitarme por tener pocas páginas. En otro nivel, hablamos de que el manga es una auténtica industria y, por tanto, hay un tejido editorial más consolidado, lo que te ofrece más medios como autor. Tienes un editor, una persona en concreto con la que trabajas y cierras las historias, que está ahí permanentemente para ayudarte, y eso es un lujo. Una de las razones por las que fui a Japón es porque sabía que allí el editor contribuye a pulir los guiones, y esa era una de las partes en las que yo fallaba. Quería poder trabajar mis guiones con alguien y aprender. En Europa y Occidente, donde la idea es que la obra la desarrolla el autor en exclusiva, progresas hasta tu límite, mientras que en Japón el apoyo de un editor diciéndote qué funciona y qué no contribuye muchísimo a que mejores como autor.

Esa figura del editor es muy diferente a la que conocemos por estos lares…

En inglés se distingue entre ‘editor’, el que edita el contenido,’y ‘publisher’, el que publica el libro. En España se confunden, no solo las palabras, sino también los conceptos, y se entiende al editor como el que publica un tebeo, mientras que en Japón su papel está muy delimitado. Algo que me gusta mucho de la forma de trabajar en Japón, en concreto en la revista en la que publico, IKKI, es que tienen un ‘target’ bastante amplio. No piensan tanto en «cómo contamos este manga para nuestro público» sino en «cómo contamos esto de manera que sea fiel al propio relato y podamos encontrarle un público adecuado». He disfrutado de una libertad creativa total, y aunque he tenido que reescribir algunas historias, no ha sido por cortapisas de tipo comercial. Siempre que se han hecho cambios ha sido porque el relato lo pedía. Solo en Japón he disfrutado de esos medios y ese tiempo para poder desarrollar mis historias. Por eso ir hasta allí a trabajar ha merecido la pena, he aprendido mucho y he desarrollado una obra que no hubiera podido hacer de otra manera.

Definitivamente, aquí no podrías haber dibujado ‘Henshin’.

No, porque además en ‘Henshin’ también está reflejada en cierta manera la sensibilidad de mi editor. Es una obra que solo ha sido posible con ese editor y en esa editorial.

IKKI, en cuya versión digital se ha publicado ‘Henshin’, es una revista algo peculiar dentro del mercado japonés.

Justo ahora se ha anunciado el cierre de su edición en papel, tras unos diez o quince años en activo. Es una revista, dentro del manga comercial, que apuesta por lo experimental. Es exactamente lo que me gusta, un compromiso entre lo comercial y obras, no diría de autor, pero sí que tratan de ser creativas.

Has caído donde querías caer.

Conocía IKKI hace mucho, y es una revista que siempre me ha gustado. He tenido la suerte de que mi trabajo haya encajado ahí, justo en el sitio donde creo que tengo mi hueco de mercado.

‘Henshin’ no ha sido tu primer intento de publicar en Japón, estuviste trabajando en otras series.

Sí, aunque fue con el mismo editor. Estuvimos casi un año trabajando un proyecto que al final no salió porque, en realidad, no tenía que salir. Me hacía falta pasar un tiempo en Japón, empaparme de su cultura, más allá del idioma, para ver si nos comprendíamos. ‘Henshin’ es la consecuencia de este proceso de buscar cómo contar historias de la forma más cercana, sencilla y comprensible para un lector japonés. La respuesta fue tomar elementos cotidianos de la vida allí y pasarlos por mi propio filtro.

Tuve también que repensar el acto creativo, cómo se crean las historias. Uso la metáfora gastronómica: es como en un restaurante, voy a ir al mercado y en función de los ingredientes que encuentre, compraré y cocinaré. Me dije que tenía que mirar a mi alrededor, tomar los elementos que me gustasen y ‘recocinarlos’ para ofrecer platos interesantes para el lector japonés.

Uno de los proyectos que desechaste antes de ‘Henshin’ tenía aires ‘cañís’.

Sí, estaba basado en una historia corta que hice sobre un amigo tuno -de Zaragoza, por cierto- que vive en Japón. Otro era de tipo más autobiográfico. Hubieran sido formas de entrar en Japón completamente diferentes a lo que ha sido ‘Henshin’, e hice bien al descartarlos y no jugar la carta cultural.

Que se te conociera más por ser un español dibujando manga que por tu propia obra.

Claro. Lo curioso es que cuando he tenido contacto con los lectores japoneses, me he dado cuenta de que mis historias, sin pretenderlo, tienen una sensibilidad diferente a la suya. Eso me parece interesante. No sé si tengo algo atractivo que contar, pero quiero hacerlo de manera sencilla y que sean los lectores quienes decidan si eso les gusta o no. No se trata ni de intentar imitar a un mangaka japonés ni de presentarme como alguien exótico, sino simplemente de decir «esto es lo que soy, esto es lo que hago».

‘Henshin’, en su disparidad de historias, transmite alegría de vivir, incluso en los relatos más oscuros, como ‘Las sandías son para el verano’.

No es algo que haya buscado de forma consciente, creo que me salen instintivamente así. Me cuesta mucho hacer historias en las que no haya vidilla, soy incapaz de hacer cómics absolutamente sobrios y serios. En la historia de ‘Las sandías son para el verano’ quise mezclar la sensación de alegría que todos los años vivo en la barbacoa que monta un amigo en su pueblo con lo más oscuro en lo que fuera capaz de pensar, a modo de reto.

Llaman la atención las historias en las que apareces como personaje. Es algo que sí se ve en otros mangas, pero no con una intervención protagonista.

Hay algunos mangakas que sí se ponen como protagonistas, puede casi considerarse un género. En este caso, responde a una petición del editor, que creo quería que pensara las historias desde dos ángulos diferentes, el de ficción y no ficción. Para mí fue muy interesante. La mezcla de realidad y ficción siempre me ha atraído. Werner Hergoz, el director alemán, dice que las películas de ficción que rueda son más como el registro de un rodaje, mientras que sus documentales tienen más ficción, ya que manipula escenas y diálogos para que tengan mayor sentido. Con ‘Henshin’ ha ocurrido un poco lo mismo, tienen un componente de realidad, pero le he dado la vuelta a la narración para contar lo que quiero.

Una pregunta a sugerencia de Álvaro Ortiz… ¿Cómo conseguiste colar como tu segunda historia en Japón un relato escatológico?

Esa pensé que me la iban a echar atrás, en plan «mira, aquí en Japón no tratamos esto». Pero el tipo la leyó y no cuestionó que utilizara este elemento.


Has hablado varias veces de tu editor. ¿Cómo es la relación con él? Hay editores, como el de Naoki Urasawa, que aparecen incluso acreditados como co-autores.

El editor está para ayudar al autor con las partes con las que él no pueda. Hay autores que son capaces de más, otros de menos. En mi caso, mi editor me ha dado sugerencias, de manera que algunos guiones los he reescrito unas dos o tres veces, sobre todo por inexperiencia. Dependerá de cada caso, pero en ‘Henshin’ su función era supervisar que la obra final fuera lo mejor posible.

En los mangas lo típico es ver al editor como ese personaje que va a casa del autor para preguntar qué tal lleva los plazos de entrega…

No he llegado a ese extremo, pero sí he pasado por algún  momento difícil. Sobre todo porque cada historia de ‘Henshin’ tiene un estilo gráfico diferente, en el que me imponía reglas para probar cosas nuevas. Había momentos en los que me atascaba y se iba acercando la fecha de entrega, y he estado al límite, aunque al final lo he superado.

¿Te ves capaz de afrontar una serie regular más larga, de esas en las que el editor va a tu casa a ver qué tal va el trabajo?

Creo que estoy listo. Lo siguiente que me gustaría hacer sería un manga por capítulos con el mismo personaje, como paso previo a una serie larga. En realidad, puede que no esté listo para un manga largo, pero precisamente por eso debería hacerlo. He podido hacer un manga de 300 páginas compuesto de historias cortas, y eso me ha servido para mejorar. De manera que afrontar un reto así me permitiría avanzar como autor.

¿Qué se siente al entrar en la sede de un gigante editorial como Shogakukan, que ha editado a Rumiko Takahashi, Naoki Urasawa o Gosho Aoyama?

Es descomunal. La sede tiene como diez o doce pisos, es impresionante. Me ha servido para darme cuenta del tamaño de la industria, porque te sientes muy pequeño ante esto. Y también te hace plantearte cuál es tu lugar dentro de esta industria. Antes hacía obras un poco como me daba la gana, pero con ‘Henshin’ me he planteado para qué sirve un cómic y un autor. Me da menos miedo asumir que un autor de cómic está para expresar lo que quiere, pero también para crear obras que a la gente le guste leer, sin que eso sea venderse. Es asumir tu tarea de manera más realista. Y eso he necesitado verlo físicamente para darme cuenta.

¿Has podido conocer a algún mangaka al que admirases?

Conocer a Taiyo Matsumoto (‘Tekkonkinkreet‘) es una de las cosas por las que dices «por esto dibujo cómics». Encima es muy majo y como autor es muy íntegro. He conocido a muchos mangakas de mi generación que todavía no han dado el gran salto, pero que lo harán porque son muy buenos. A nivel de cifras el manga es una industria en crisis, pero en lo creativo hay autores maravillosos, influidos por el cómic extranjero. En cuanto a conocidos, el más famoso con el que he coincidido es con Otomo. En fin, los ves porque están por ahí, y una vez superada la barrera editorial, son muy cercanos.

Has publicado en Europa, Estados Unidos y Japón. ¿Te quedas con este último mercado?

De momento, sí. Pero lo que me gustaría es pensar qué obra hacer y a qué mercado y público le viene bien, y después poder llevarla a otros mercados. Esa sería la situación ideal. Es algo que incluso lo llevo a mi modo de trabajar, porque siempre escribo las historias de manera que sean comprensibles incluso en la traducción, que se pierda la mínima información posible. De manera que, como ya ocurrió con ‘Soy una matagigantes’, se edite en Estados Unidos y se pueda traducir al japonés o al castellano y se entienda. En fin, trabajar sin limitaciones y aprovechar la experiencia acumulada a mi favor.

¿Cuál ha sido la acogida de ‘Henshin’ en Japón?

Ha sido buena, dentro de su género. Ha entrado bien dentro de obras de su estilo. He hecho sesiones de firmas, algunas librerías lo han destacado, he expuesto originales en Kioto… Para una obra tan discreta dentro de ese mercado, he tenido la suerte de que ha conectado con gente a la que le gusta.

¿Próximos proyectos?

Estoy en ello, pero no puedo contar mucho. Va a ser algo distinto.