Pepe Gálvez (Fuentes Claras, Teruel, 1950) es el guionista de ‘Mil vidas más’ (Edicions de Ponent), el reciente Premio Nacional de Cómic de Cataluña. Esta obra, dibujada por Alfonso López y con ilustraciones de Joan Mundet, narra diferentes episodios de la vida de Miguel Núñez, militante comunista en la clandestinidad durante el franquismo.

Gálvez  atiende a Viñetario por correo electrónico para hablar de este magnífico tebeo -que inexplicablemente ha pasado bastante desapercibido hasta la concesión del premio- y de la figura de Miguel Núñez.

¿Quién fue, para quién no lo conozca, Miguel Núñez?

Miguel fue una de esas personas cuya vida explica como pocas una gran parte del siglo XX, especialmente en la sociedad española. Se inicia en la política, apenas adolescente, con la llegada de la II República, vive en primera fila la guerra civil y con el triunfo del franquismo inicia una actividad de resistencia que alterna las detenciones, torturas y la cárcel con largas temporadas de clandestinidad como dirigente comunista. Ya en la democracia tras ejercer una legislatura como diputado se lanza a la cooperación internacional fundando la ONG ACSUR las Segovias con una visión que le convierte en un adelantado de la alternativa progresista a la globalización. En los últimos años de su vida se entrega a la recuperación de la memoria de las luchas que hicieron posible el retorno de la democracia en España . A todo esto hay que añadir una clara y contundente evolución antiestalinista, la defensa del derecho a morir dignamente y que fue una persona joven hasta el último de los días de sus ochenta y ocho años.

¿De dónde surge la idea de llevar la vida de Miguel al cómic?

La primera idea, que compartí con Miguel Núñez, era una historieta sobre un viaje en el tiempo de un niño actual a los años de la dictadura. Pero después valoré que la propia vida de Miguel podía explicar mucho mejor lo que significó aquel tiempo.

El grueso de ‘Mil vidas’ recoge los cerca de 30 años en los que Miguel vivió de forma clandestina. Has querido mostrar los momentos más duros, como la tortura, pero también hay destellos de esperanza e incluso de humor…

Si, hemos buscado la mezcla con un cierto equilibrio en el conjunto del libro entre el dolor, la indignación, la ironía, la esperanza, la sonrisa…, así es la vida y así la vivía y la contaba el mismo Miguel, que introducía un toque de humor hasta en las historias más terribles.

En los capítulos dedicados a la tortura en las comisarías o las reclusión en cárceles, queda patente que el objetivo no era tanto el individuo como socavar sus valores. Sin embargo, al final parece que la propia represión sirvió para mantener al Partido Comunista cohesionado, porque, como señalas que Miguel entendía, «solo la fuerza común organizada» podría derrotar a la dictadura.

El PCE fue la organización que mejor aguantó las duras condiciones de la clandestinidad. Y esta condición de casi única alternativa a la dictadura favorecía una fuerte cohesión. Además la represión que generaba un cierto aislamiento social convertía al “partido” en mucho más que una opción política, podía llegar a ser un espacio de comunión .

El propio Miguel creía que en el ejercicio de recuperar memoria no deben olvidarse los errores y las conductas antidemocráticas dentro de las filas del antifranquismo y las atrocidades que se cometieron en nombre del comunismo.

Esa misma cohesión, de la que te hablaba antes, llevada al exceso se plasmaba en la consigna más vale equivocarse dentro del partido que acertar fuera de él. De esta forma el partido ya no era sólo un instrumento se convertía en un objetivo en si mismo. Además la misma represión servía de coartada a la falta de democracia interna y al castigo de las disensiones, como el mismo Miguel padeció. Además, cuando aquí se estaba en plena lucha por la democracia, en 1968, la URRS invade Checoslovaquia lo que provocó dudas y cuestionamientos. Por todo ello, y por la independencia política que supo conseguir y mantener, Miguel defendía consecuentemente colocar el foco de la memoria sobre todo nuestro pasado, y aplicar la visión crítica también sobre los amigos y no sólo sobre los adversarios y enemigos.

En cuanto a formato, ‘Mil vidas más’ no es un tebeo al uso, ya que combina páginas de textos y con otras viñetas. ¿Qué te lleva a elegir esta forma de narración?

Pues en la decisión intervienen varios criterios, algunos secundarios como ganar tiempo y espacio y otros más de fondo, como el de recoger en algún momento la reflexión y no sólo la narración o el que así se refuerza el carácter caleidoscópico de la estructura, o sea ofrecer la visión de múltiples aspectos y situaciones.

También se combina el dibujo ‘de historieta’ de Alfonso López con el realista, casi fotográfico, de Joan Mundet. ¿Con esto se ha querido recalcar que lo que se cuenta habla de personas reales? Me refiero a lo que decía Scott McCloud de que el dibujo de cómic, si fuera totalmente realista, restaría empatía con el lector…

Algo así, lo que existió en primer lugar fue el dibujo expresionista de Alfonso, en el que las emociones y los sentimientos tienen una gran importancia, el trazo refleja la realidad a base de deformarla y con ello genera identificación en nuestra forma de mirar. Así que pensé, influido por un recurso similar que Tatsumi utiliza en su autobiografía, en el dibujo realista de Joan para que nos recordara, con ese efecto distancia a la que te refieres, que estábamos hablando de algo que sucedió en un tiempo determinado y una sociedad determinada.

El pasado año, el Premio Nacional de Cataluña de Cómic reconoció a ‘El arte de volar’ de Altarriba y Kim. También era una historia que recuperaba, en cierta manera, la memoria de la Guerra Civil y el franquismo. ¿Crees que el cómic español, con cierto retraso, empieza a seguir una senda que lleva ya tiempo transitada por la literatura y el cine?

No me atrevería a afirmar que hay algo así como una tendencia. Hay autores, pocos, que tocan esos temas y la coincidencia en unos premios, veremos la continuidad que tiene.

Imagen tomada de GuíadelCómic.es

Entre tus obras como guionista están desde ‘Color Café’, dedicada a la inmigración y la ecología, hasta ’11-M: La novela gráfica’. ¿El cómic es un medio de mostrar tu compromiso social? ¿En qué momento viste las posibilidades del medio para ello?

Desde siempre me han gustado las historias, las consumía, las disfrutaba ya fueran orales, en literatura, cine o en historieta. Dentro de mi dieta cultural, el género negro cada vez ha tenido más importancia, precisamente por ser el más social. En 1994 se presenta la posibilidad de realizar una historieta para Presencia, el suplemento semanal del Diario El Punt, y de ahí nació mi primer guión: ‘Asesinato en la Mezquita’, que trata de la inmigración, el racismo y la crisis del textil en la comarca de Vic y en el que vuelco experiencias próximas. El cómic tiene la ventaja de que controlas más el producto, que responde más a lo que tú sientes y quieres explicar, y lo que más me apasiona, por ahora, es diseccionar el aspecto social de la realidad por medio de la ficción .

Por último, ¿Cómo acaba un fuentesclarino como guionista de cómic?

A partir de ‘Asesinato en la mezquita’ he ido aprendiendo, lo sigo haciendo, he vencido miedos y he escrito algunos cuantos guiones más. Cada vez disfruto más haciéndolo, pero ser guionista de cómic no te hace rico ni por asomo y tienes resistir e insistir en un medio que sigue siendo poco valorado socialmente y que es muy endogámico y bastante friki aún . Así, que me ha venido bien ser algo tozudo y algo soñador, cosas que me vienen de mi tradición fuentesclarina.