«¡Kame Hameha!». Durante años, no había patio de colegio en el que no se escucharán estas palabras. Era el grito más famoso de Son Goku, uno de los personajes más populares de la historia del manga. Hace 25 años, un genial Akira Toriyama publicaba por primera vez en Japón las aventuras de un chaval cuya fuerza solo era equiparable a su ignorancia. Lo que empezó como un tebeo con pocas pretensiones, acabó siendo un fenómeno social que traspasó fronteras y abrió el mercado español al cómic oriental. Ayer arrancó en Hospitalet de Llobregat (Barcelona) el XV Salón del Manga, una cita que nació al calor de la ‘songokumanía’.

«Si ‘Akira’ fue la película que entreabrió la puerta al manga en Occidente, ‘Dragon Ball’ fue la serie que la derribó a patadas», asegura Marc Bernabé, traductor y experto en cómic japonés. El tsunami venía con fuerza del país del Sol Naciente. En noviembre de 1984, en el número 51 de la revista Shonen Jump, Son Goku vivía su primera aventura en busca de las siete bolas mágicas. «Fue todo un boom en Japón, y la revista llegó a vender más de 6 millones y medio de ejemplares a la semana», explica Bernabé.

El fenómeno desembarcó en España con la adaptación televisiva de ‘Dragón Ball’, que emitió la televisión de Cataluña, epicentro de un terremoto que se extendió por las comunidades vecinas. Los fans, huérfanos de mercadotecnia en aquellos primeros años, recurrieron a las fotocopias e incluso a la importación ilegal de mangas para apaciguar su fiebre.

En 1992, Planeta DeAgostini se hizo con los derechos del cómic. Desde entonces se ha reeditado sin parar y en la editorial aseguran que «Dragon Ball’ sigue siendo un éxito de ventas asegurado». Gracias a las continuas reposiciones de la serie televisiva, el tirón se ha prolongado hasta nuestros días, y hace unos meses se estrenó -para horror de los fans- una película de imagen real.

¿Cuál es secreto de su fama? Un niño con cola que no sabe distinguir entre un hombre y una mujer; una chica pija en busca de novio: un maestro de artes marciales salido; un cerdo que se transforma en lo que quiere… Akira Toriyama imaginó a estos frikis en un mundo en el que, si se reúnen las bolas mágicas, un dragón cumple cualquier deseo.

Toriyama quería descansar tras el éxito de su anterior serie, ‘Dr. Slump’, y pensó en una historia desenfadada que le permitiera relajarse. Así nacieron Son Goku, el niño-mono, y Bulma, la adolescente pija, que se unían para recorrer un mundo de fantasía en el que todo es posible, desde volar en una nube a transportar casas dentro de una cápsula. Lo que tenía que durar un año, se prolongó más de una década. Los personajes crecían con sus lectores, que vieron como los héroes se casaban, tenían hijos e incluso morían y resucitaban.

La temática de ‘Dragon Ball’ evolucionó de la aventura a la lucha y, con los combates la serie se fue estirando como un chicle. A pesar del éxito, Toriyama -un vago confeso- se hartó de dibujar a Son Goku en 1995 y prefirió vivir de las rentas millonarias de su creación. Para entonces, miles de jóvenes habían descubierto el manga, un género que cada vez tiene más adeptos.

Salón del Manga

Los ‘hijos’ de Son Goku tienen su gran cita anual en el Salón del Manga, que se celebra desde ayer y hasta el domingo en la Farga de Hospitalet de Llobregat. El certamen está centrado este año en la moda japonesa, que cuenta con su propia pasarela y con la presencia de representantes de los estilos lolita y ‘harajuku’. Entre las numerosas actividades, habrá un homenaje al creador de ‘Shin-Chan’, sesiones de firmas, conciertos, y los tradicionales concursos de cosplay y karaoke. En medio de esta fiesta otaku, un aragonés, el ilustrador Luis Royo, muestra en una exposición los bocetos y originales de ‘Dead Moon’, su libro de inspiración oriental.

(Publicado en el Muévete de Heraldo de Aragón)